viernes, 9 de julio de 2010

Cinema Paradiso

–¡Totó, llévame al mar! –susurró el viejo al otro lado de la pantalla.
–¡Venga Miquel, llévame al mar! –me dijo ella, quemándome al contacto con su piel ardiente –. Llévame al mar y cuéntame una de esas historias de marineros anarquistas y de guerrilleros locos. ¡Vamos! Que hace tiempo que me debes una buena historia de amor.
Me acurruqué en el sofá e intenté concentrarme en el viejo ciego, que ahora paseaba junto a las olas. A mi lado podía oler sus labios, tan cerca, acelerando por momentos el ritmo de su respiración. Sus vapores me embotaban los sentidos impidiéndome atender siquiera un poco a la televisión.
–Así no hay quién se enteré de la película –le reproché falsamente.
Fue entonces cundo se acercó y casi rozando sus labios con los míos me soltó:
–Venga hombre, ¡No te hagas de rogar! –rápidamente se retiró sin haberme besado, fingiendo un repentino interés por lo que ocurría en la pantalla.

¿Que qué hice? ¿Pues qué iba a hacer carajo? Imagínate, con unos ojos así cualquiera le dice que no a la chiquilla. Al mar, a Roma y al fin del mundo si hiciera falta.

1 comentario: