viernes, 24 de diciembre de 2010

Conjura contra unos labios

Deberías entender
que si no me acuerdo de ti
es porque me lo tengo prohibido, 
que suficientes amores tengo ya.
Y que no quiero quererte,
no a ti
no hoy
no yo.

Que no quiero quererte
ni pensarte un momento.
Que me pierdo,
que te encuentro,
que te vas, que me muero,
que me olvidas, que te quiero.

Y que no tienes derecho
a interrumpir mi sueño
ni a dejarme que te bese
ni a darme las gracias.


Y es que si no me acuerdo de ti
y si no te quiero
es porque me lo tengo prohibido
así que esta noche no aparezcas,
olvídame como yo te olvido,
que hace mucho frío 
y de repente sólo quiero
verte de nuevo

martes, 23 de noviembre de 2010

Madrid

Que me da igual todo lo que haya al sur de Atocha
y que claro que de Madrid al cielo,
o es que no os dais cuenta que por sus calles
hasta las nubes se mueren por perderse.

Si jamás se apagan las luces
ni se esconden de la noche las aceras,
que mientras la ciudad descansa
el invierno se diluye en cada esquina.

Que cada día se recuerda el anterior
y se olvida uno del tiempo
abandonándose a sus entrañas
y a los transbordos.

Y que el mar puede empezar en Almería,
en Valencia o donde le de la gana,
que allí me seguirán oliendo a salitre
hasta las colinas de Vallecas.


Y que claro que de Madrid al cielo,
y aún más
del cielo a Madrid.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Noviembre

¡Asómate!
El espectáculo está servido.
Piensa que más importante que tú o que yo,
es la cantidad de aire que corra entre nosotros.

Téjete con hilo de penumbra por las noches,
que el día ya se encargará de deshacerte.

No olvides olvidarlo todo: lo que hoy has sido,
lo que serás, y lo que en realidad eres.
Recuerda que mañana ya no te acordarás
ni del color que tenían tus ojos esta noche.

Al fin y al cabo, no son más que palabras
que naufragan al mínimo roce del sol.
Frágil vida ésta, tambaleándose en espirales
de poesía y humo de narguile.

Supongo que entenderás que yo también
me muero por echarle un vistazo,
y por tratar de construirme un castillo
entre las nubes de tabaco;
sólo que no tengo mucho equilibrio
y siempre tropiezo con el mismo beso
para acabar colgando sobre el suelo
de mis gastadas cuerdas vocales.

Y que aunque no importe, que de todos modos
el trapecio siga sin dejarse llevar,
deberías saber que esos labios que tienes
valen más que mil palabras.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

De un culito respingón

No sé qué me pasa esta noche
pero me pongo enfermo de verte
aunque sólo sea de lejos y en fotos.

Y es que me asalta la fiebre
cuando recuerdo mis furtivas miradas
perdiendo la cabeza en el juego
de luces y sombras
que se extiende sin confines
entre los pliegues de tu ropa
y el roce de tu cuerpo.

Y me pongo a sudar y a temblar,
y me sube la temperatura 
unos pocos grados.

Pero todo eso es tolerable,
se pasa con unos días de cama.
Lo peor es que no encuentro
pastillas con sabor al caramelo
de los besos que no me diste
ni me prestarás.

jueves, 28 de octubre de 2010

I
Desde un rincón del autobús
en un llavero olvidado
sin llaves
contempla la torre Eiffel
su exilio forzado
por algún turista
sin corazón.


II
Entre escena y escena
alguien coló un fotograma
de otra historia
en el Pont des Arts

Y por un instante
el proyector ahuyenta
las sombras de esta sala
abandonándose a un sueño
imposible
en las aceras de París


III
Antes que la ciudad capitule
y se hunda definitivamente
en las orillas del Sena
desde un antiguo faro 
de hierro forjado
seremos llamados a filas
para alzar las voces
y callar por unas horas
el estrépito del mundo.

Cantaremos entonces 
hasta el último amanecer
sobre los tejados
y la última noche
bajo las faldas
de París.

sábado, 23 de octubre de 2010

Casi apetece

Con una taza de té ardiente
y un principio de frío
sentado en el jardín
escuchando el rumor del agua
mirando al cielo
de un gris deslumbrante
de sol tras las nubes
de tarde otoñal


casi apetece ahogarse en el té
y quemarse las manos
y congelarse los pies
y destrozarse los ojos
y morirse de amor.

domingo, 17 de octubre de 2010

Marea alta

Puede que esta noche
el oleaje enloquezca
y desbocado
haga las maletas.

Puede que remonte la tierra
y cruce hacia el norte
por las vías del tren.

Puede incluso
que te lo cruces por la calle
y no consigas reconocerlo.

Pudiera ser que esta noche
el mar se embarque
en una huida desesperada
de todo lo conocido.

¿Quién sabe?
Tal vez las olas
invadan la ciudad
y toquen a tu puerta.

Quizás, esta noche,
no sólo yo te eche de menos
y él sí se atreva a visitarte.

jueves, 14 de octubre de 2010

La Grève

Hoy han estado en huelga los transportes
no se cantaban tus canciones en el autobús
y nadie jugaba a chincharme 
desde el asiento de enfrente.

Hoy han hecho paro las calles y paseos,
nada de carreras sobre mi espalda
ni pellizcos, risas, enfados o abrazos,
tan sólo enlaces entre sitios grises.

Ya desde bien temprano tus lunares
no se han dejado ver por mis inmediaciones
y los piquetes que hablaban de ausencias
han quemado tus olores en olvido


Hoy tenía el corazón en servicios mínimos
porque no le piden cosquillitas en la espalda

Y por lo que parece esta maldita huelga sin sentido
será indefinida....

martes, 5 de octubre de 2010

Los lunes de octubre

A ciertas horas debería estar prohibido coger el autobús,
cuando la tarde pre-otoñal trata de fundirse con la noche
y por las ventanas se pierden los transeúntes abajo y arriba
apurando los últimos minutos de actividad callejera.

El tiempo parece entonces correr en todos los sentidos
y los momentos se vuelven de una eternidad instantánea.
Así mientras esperas tu parada, la última, como siempre, 
un nombre se dibuja en los nudillos aferrados al asiento.

La oscuridad transforma su timidez inicial en voracidad
engullendo un alma tras otra a los dos lados del cristal.
Las calles comienzan a olvidarse de la ciudad y sus redes
tendiendo abismos a los incipientes noctámbulos.

Y es entonces, cuando no queda nada a tu alrededor
y el autobús recorre carreteras sin sentido ni rumbo,
entonces al observar el vacío del mundo fuera de él
comienzas a comprender que lo único que existe
es un nombre grabado a fuego en los nudillos
de tanto escribirlo entre susurros...

jueves, 2 de septiembre de 2010

Empasionantemente hablando


Empasionadamente hablando
se pueden decir muchas cosas
pero ninguna 
como que me vuelve loco
esa forma de sonreír
cuando nos empasionamos.

Y ya puestos a hablar
puede caernos el cielo encima
que seguiremos quemando
en el infierno de la risa
la cáscara del mundo
para saborearlo 
lentamente
sobre
el paladar.

Será entonces la distancia
la manera que tengamos
para recoger leños
y avivar el fuego
cada vez que se crucen
entre nosotros
miradas cómplices.

Del mismo modo
que cuando lo que crucen
sean oscuros barcos
como fueguitos de vida
alumbremos como faros
las noches invernales

y nunca más haya
navegantes solitarios
perdidos
por el Mediterráneo

(Que nos une y nos des-une, como una mujer perfumadita de brea)


Empasionantemente hablando
se pueden decir muchas cosas
pero ninguna
como que te extraño.

sábado, 28 de agosto de 2010

Antes que el maquillaje de la rutina
me cubra todo el cuerpo de gris
debería confesarte que en realidad sí
que sí te quiero, por aquí, bajo la piel

Pero no tienes porque saberlo
¿Para qué?
Avisar es de cobardes

Lo importante es que yo lo sepa
porque no estoy muy seguro
y las entrañas gritan
hinchadas de mariposas
extremeñas
Que desean volar

martes, 13 de julio de 2010

¿Cuánto es lo suficientemente al Norte?

Hay un lugar más allá del fantasma del silencio, cerca del Círculo Polar y del fin del mundo.
Un sitio donde sobrevivir.


No estoy seguro de su situación exacta, juraría que cambia con los vientos polares. A veces no lo encuentro por mucho que busque y otras veces aparece de improviso. Lo veo en unos labios, entre unas piernas, en una mirada, en Madrid, Nueva York, África, la remota Kamchatka o en un cabo al oeste de Islandia. Todo depende del día y de si me arrastra el Poniente o el Siroco.



El sitio del que os hablo es una zona de acantilados y playas al borde mismo del fin del mundo, el último reducto emergido antes de la eternidad oceánica. No es un sitio muy habitado pero tampoco reina la desolación, más bien podría decirse que es lugar tranquilo.

Toda la atmósfera de la vida queda definida por el gigantesco horizonte, donde cielo y océano se disputan la inmensidad. Cuando la vista se pierde en la lejanía llegas a comprender que más allá no hay nada, que ya no vislumbrarás África si miras lo suficiente, sólo el mar. De este modo la tierra que pisas pierde todo el protagonismo, convirtiéndose en una pequeña extensión del agua que te rodea.

Las aves siembran toda la costa de pequeños y medianos fragmentos de cristal de diversos colores, y aunque nadie sabe cual es la razón de este comportamiento a veces algunas personas les ayudan en su interminable labor.
Tengo algunas teorías sobre la finalidad de estos constantes vuelos que en algún otro momento me gustaría poner en común. Pero debéis entender que importa poco, que sea cual sea, algún o ningún motivo, ocurre, y ahí radica la maravilla del hecho.

El agua está fría, pero no lo suficiente como para impedir bañarte. Si haces un pequeño esfuerzo puedes pasear por la orilla y sumergirte en el mar a cualquier hora, incluso por la mañana temprano, con la salida del Sol, que es cuando más tranquilo está todo.
Las velas que se recortan contra el horizonte son siempre triangulares, latinas, y sorprendentemente se pescan muchas sardinas por la zona.

Y la luz. La luz, es la última protagonista de este nórdico imperio. Luz solar o lunar alternativamente sumergiéndose en el océano y luz de las estrellas reflejándose en el cielo. Probablemente uno de esos espectáculos que no puedes dejarte morir sin haber contemplado por lo menos una vez.



Esto es todo lo que sé, el resto sólo puedo imaginarlo. Me gusta pensar que allí se desayuna siempre tostadas con mermelada, una taza de café bombón muy caliente y una bonita sonrisa.






Sería maravilloso poder coger uno de esos sucios trenes y DESAPARECER

viernes, 9 de julio de 2010

Cinema Paradiso

–¡Totó, llévame al mar! –susurró el viejo al otro lado de la pantalla.
–¡Venga Miquel, llévame al mar! –me dijo ella, quemándome al contacto con su piel ardiente –. Llévame al mar y cuéntame una de esas historias de marineros anarquistas y de guerrilleros locos. ¡Vamos! Que hace tiempo que me debes una buena historia de amor.
Me acurruqué en el sofá e intenté concentrarme en el viejo ciego, que ahora paseaba junto a las olas. A mi lado podía oler sus labios, tan cerca, acelerando por momentos el ritmo de su respiración. Sus vapores me embotaban los sentidos impidiéndome atender siquiera un poco a la televisión.
–Así no hay quién se enteré de la película –le reproché falsamente.
Fue entonces cundo se acercó y casi rozando sus labios con los míos me soltó:
–Venga hombre, ¡No te hagas de rogar! –rápidamente se retiró sin haberme besado, fingiendo un repentino interés por lo que ocurría en la pantalla.

¿Que qué hice? ¿Pues qué iba a hacer carajo? Imagínate, con unos ojos así cualquiera le dice que no a la chiquilla. Al mar, a Roma y al fin del mundo si hiciera falta.

miércoles, 23 de junio de 2010

Cantinela de un verano pasado

Todos se olvidaron de aquellos tiempos, tan lejanos hacia atrás. Ni tan siquiera los más ancianos recuerdan, ya que aunque quedó testimonio en los cuentos populares de su niñez el ritmo frenético de vida moderna nos hizo olvidar como escuchar, como recordar.
Nadie recuerda.
Bueno, casi nadie...


Una vez, en un tren de esos que ya no quedan, con sus compartimentos y todo, coincidí con uno de los hombres más interesantes y misteriosos que jamás he conocido.
A algunos ya os he hablado de él, un señor tipicamente inglés, no excesivamente alto y siempre con un sombrero bombín y una gabardina negra. A otros, no he sido yo quién os lo contaba, si no un tal Ende al final de su relato sobre la vida de Momo. 

De una u otra manera, resulta que en aquel tren nocturno, camino del norte no teníamos muchos pasatiempos, ya que el cielo estaba encapotado y la única luz visible era la flecha anaranjada sobre los raíles.
Envueltos en este ambiente opresivo todos intentamos dormir un poco, intentamos olvidar que todo fuera de nuestro habitáculo era oscuridad. Algunos cayeron, pero la mayoría no conseguíamos conciliarnos con el sueño. ¡Imaginaos! ya en aquel entonces empezábamos nuestra andadura de insomnes.

Sin previo aviso, el hombre del sombrero, que llevaba toda la noche sin decir nada mirando por la ventanilla (convertida en espejo debido a la oscuridad exterior) se levantó y con un silencioso gesto nos reunió a su alrededor.
De un bolsillo de la gabardina se sacó un pequeño papel fotográfico doblado varias veces sobre si mismo. Tras mirar durante largo rato su amarillento recuerdo levantó la vista, y bajando la voz susurró:
- Está oscuro ¿verdad?
Pues habéis de saber que hubo un tiempo en que la Luna estaba tan cerca de la Tierra que podía aparecer en cualquier momento por debajo de las nubes, y si acercábamos una escalera lo suficientemente grande...

jueves, 10 de junio de 2010

Cap problema

¿Cómo demonios llegar al cielo sin morir en el intento?

******************************************************************************************


Era tan chiquita que el tiempo se la comió de un bocado
sólo quedó un reflejo de su pelo en mis manos
de sus ojos en los míos
y de sus sueños dando vueltas por mi cabeza


*****************************************************************************************


Quizás, al fin y al cabo, la Luna no exista y el cielo no sea más que un espejismo del fondo del mar


*****************************************************************************************

El Rock&Roll del insomnio huele como las mañanas de café bombón y churros

*****************************************************************************************


Tal vez los piratas, cuando mueren, se convierten en caracolas, para así poder cantar sus aventuras por los siete mares a todo aquel que esté dispuesto a acercar la oreja y escuchar


*****************************************************************************************


El cielo, hoy, es un espejo del mar, en el que las naves de los que se embarcaron hacia Ítaca se mecen brillantes, allá sobre nosotros;
y mientras, formas de dragones y de caballeros andantes se cruzan, juntandose efímeramente en la infinidad del viento;
y los girasoles, incapaces de resistir tanta belleza, olvidan al agonizante sol y dirigen sus cabezas hacia la inmensidad del mar.