viernes, 28 de enero de 2011

Nunca me has echado de menos


No consigues imaginarnos
viendo una película o paseando
sin pensar en el tiempo que falta
para el próximo autobús.

Porque sólo sabes añorar con la cabeza
y asaltarte con preguntas incendiarias
que no hacen bien a nadie
y de sobra conoces la respuesta.

Te dedicas a buscar una razón,
una certeza que se lo lleve todo.
Pero no, no es así,
la melancolía no está en el cerebro
sino por debajo del ombligo
cerca de las entrañas.

Entonces es cuando no quieres levantarte
si por la mañana suena el despertador
y la rutina llama a la puerta.
Tú, que tanto amas la vida,
prefieres quedarte abrazando una sombra
que se fundió con la almohada
a fuerza de noches en vela
y de besos al aire.

Y la ausencia es más real que la vida misma,
y si no lo entiendes
es porque no hay nada que entender.

De todos modos, no hagas mucho caso.
A lo mejor, lo que pasa también,
es que soy yo el que no sé añorar
y el que se quedó colgado
en algún rincón de Andorra
mucho antes de que tú llegaras,
o en un bona nit
y un te quiero
justo cuando llegué  yo.

sábado, 22 de enero de 2011

Subcomandante. Primero de Enero

A veces nos decimos
de desaparecer
huyendo de nosotros
y del mundo
para encontrarnos lejos,
muy lejos,
reinventándonos de nuevo.

Así se desordenan los versos
según entra la noche
perdiéndose en los cajones
llenos de papeles
al roce del sueño que nunca llega
o evaporándose en las sábanas
empapadas de sudor
ante la perspectiva del día siguiente.

Todo acaba, de este modo,
de manera imprecisa
en una gigantesca mentira
que nosotros mismos hemos creado
para autoconvencernos
de que no existe un sitio común
a la orilla del mar.

Pero recuerda que es sólo eso,
una mentira,
y que un día de enero
coincidimos
en cualquier lugar
entre la playa
y el cielo.

martes, 18 de enero de 2011

Línea 1


"No hay más ley 
que la fiebre del oro
 en las minas del Rey Salomón"
Joaquín Sabina



La red de vías se extiende
en el corazón de la ciudad
hasta más allá del mar 
o Austerlitz con transbordo.

Toda la gente del mundo
se concentra en este vagón
y a mí me pareciera
que los amores son más amores
aquí abajo.

Quizás, entonces,
las calles bajo las que vuelo
me guarden una sorpresa,
o la ciudad del frío, que espera arriba
a que se abran las puertas,
decida traerla a mis brazos
y dejarnos pasear por los museos,
el Retiro, Callao, o incluso
por estos túneles
donde nunca nieva.

Pero las ideas bellas
no soportan mucho tiempo
el traqueteo hipnótico
y ya sólo consigo acordarme
de mil y una canciones
y de quinientas noches
perdidas en otra ciudad.

Necesito salir.
Atocha, rompeolas de España,
atención, estación en curva.
Tras las escaleras: Madrid,
tan monstruosamente grande
y ella
tan jodidamente pequeña.

sábado, 8 de enero de 2011

Habitación. 2011

En mi habitación hay
una estufa de hielo que congela las miradas
en forma de muchacha frente a la ventana,
un cajón lleno de papeles, 
un dibujo especial,
una cama demasiado grande 
y muchos discos de Sabina.

También hay un plano de Madrid 
cuyas calles se clavan en la memoria
huyendo al primer despiste 
en forma de versos sin sentido 
o de sueños
en andenes imposibles
de estaciones que no existen
y que siempre son Atocha o la Estación de Francia.

Aquí las banderas se despistan
confundiendo colores
y los libros se reinventan
una y otra vez
sin llegar nunca a leerse.
Cuando debieran ser las diez
son las doce
y en cuanto te sueñas
suena el despertador.

Lo peor de este cuarto 
es su enormidad
con sus espacios vacíos
entre muebles y abrazos
donde se acumula el polvo
y los bailes no bailados.

En mi habitación todo está muy a mano
por si un día decido echarmelo bajo el brazo,
escapar al norte,
y fundar una ciudad y una habitación de verdad.

lunes, 3 de enero de 2011

No soporto molestarte con despropósitos como éste

No soporto que te vayas,
no soporto que estés lejos,
no soporto que me olvides
ni que él te bese,
que yo desaparezca en su abrazo.
No soporto que te ame,
no soporto soportarlo.
No soporto que no me digas
que me quieres más a mí,
no soporto que sea verdad.


No soporto que existas
en otro mundo, en tu país.
No soporto quererte 
y quererla a ella también.
No soporto que no seas mía,
sin posesivos, con amor.


No soporto las canciones
ni las primeras mañanas de enero
si no es con tu aliento.
No soporto el agua
deslizándose por mi cuerpo
no soporto que no nos sirva para jugar.


No soporto no pasear contigo,
no soporto tanta cursilada.
No soporto que quieras la revolución
y que te olvides de creer en ella,
no soporto no estar allí para recordártelo,
no soporto que no estés aquí para que me lo recuerdes.


No soporto quererte tanto y tan poco,
no soporto que nadie lo entienda,
no soporto que no me sientas,
no soporto no sentirte.


No soporto no entrar dentro de ti,
escribirte un poema y retirarme
dejándote con las ganas de besarme,
muriéndome por besarte.
No soporto que no leas esto,
no soporto que lo sepas,
no te soporto.


No soporto las cosas que dibujas,
no soporto que no me sueñes,
no soporto entenderlo,
no soporto que todo sea mentira.
No soporto que el mar te busque
ni que las horas te añoren.
No soporto que el fuego queme,
que no estés aquí para quemarlo tú a él,
para bailarlo, para endulzarlo.


No soporto que te guste tanto mi voz,
no soporto que no puedas oírla esta noche
susurrándote esta historia
en la oreja
en un suspiro
un mordisco
y lo que surja.




PD. No soporto que a cada segundo se me ocurra un nuevo verso,
no soporto no poder recitártelo,
y sobre todo lo demás no soporto
que en esta ciudad en invierno se olvide de hacer frío,
que te quiera como te quiero: poco y mal;
y que la única manera de dar punto final a este poema,
de llevarlo a buen puerto,
sea besarte, susurrarte,
morderte la oreja
y lo que surja.